La Fe de una Ardilla
No me podía sentir más deprimida en aquel luminoso día de verano. Mi marido tenía que viajar otra vez, y me quedaba sola con nuestros cuatro hijos. Teníamos pocos ingresos y no estaba bien de salud. Mi hija adolescente pasaba por una crisis. Me estaba afectando tener que encargarme de los conflictos de ella, atender a los otros niños y hacerme cargo de la casa.Por mucho que me esforzaba, me era difícil ver el lado positivo de mi situación. Oré, ¡cuánto oré!, para que Dios me lo hiciera un poco más soportable.Al contemplar cómo los frondosos árboles se mecían con la leve brisa veraniega en el bosquecillo vecino, me vinieron a la memoria otros momentos de desánimo. Recordé que el Señor siempre había hecho algo para levantarme el ánimo. Desesperanzada, me dije para mis adentros: ¡Pero siempre hay una primera vez!
En ese momento observé una ardillita que chillaba mientras subía y bajaba por los troncos y ramas. La envidié, pues parecía que se divertía mucho y no tenía preocupaciones. Yo, en cambio, me hundía cada vez más y no veía forma de salir a flote. Entonces la ardilla decidió hacer otra cosa. En vez de subir y bajar por los troncos, se puso a saltar de un árbol directamente a otro. Saltó al que parecía el último de la fila, y luego miró hacia arriba, hacia el que quedaba al otro extremo de la arboleda. Me dio la impresión de que estuviera pensando qué hacer.
Medí mentalmente la distancia entre los árboles, y me pareció que el último estaba por lo menos a una distancia dos a tres veces superior a la que había estado saltando poco antes. En voz baja, pregunté: ¿De verdad lo vas a hacer? El animalito no buscaba mi consejo. En los primeros intentos se había atrevido y tuvo éxito, pero este era un desafío enorme. ¿Qué haría? Corrió varias veces por el árbol de arriba a abajo, chillando frenéticamente. Luego se detuvo, estudió la distancia, se agachó para tomar impulso y, ¡antes de que me diera cuenta saltó! ¡Muy lejos! Planeó por los aires, y por unos momentos quise alejar la vista de lo que pensé que sin duda terminaría en tragedia.
Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal. (Mateo 6:32-34.)
Nada de eso. No solo recorrió volando tan tremenda distancia, sino que aterrizó en el otro árbol con la gracia y el placer del que sabe que está creado para hacer algo así. Chilló victoriosa, ¡y subió correteando hacia la copa, como en busca de su premio! Me di cuenta de que me había preocupado sin necesidad. La ardilla había obedecido a sus instintos con la fe que le daba confiar en su Creador. Entonces comprendí lo que me estaba perdiendo. Había estado tan preocupada con mis problemas, midiendo la distancia entre los árboles, que no me atreví a relajarme y dar el salto. Por un rato había perdido la confianza en mi Creador, Salvador y mejor Amigo.
Levanté la vista, y vi que la ardilla corría alegremente por las ramas, y comprendí que el Señor había respondido a mi oración. No fue un milagro espectacular, pero las cabriolas de una ardillita me dijeron que Dios mismo, que velaba por ella, también velaría por mí.
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4:35 PM
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